miércoles, 22 de diciembre de 2010

Un pedido argentino le dio vida a uno de los símbolos más orientales


El 15 de agosto de 1910 se enfrentaban una vez más por la Copa Lipton, las selecciones de Uruguay y Argentina. Desde el año 1901, cuando comenzaron a medirse, los uruguayos no habían podido ganarle a sus vecinos del Río de la Plata en Montevideo. Y habían utilizado diferentes camisetas: azul, roja, verde y blanca y celeste. La última, que ya se consideraba oficial, era blanca y celeste con una diagonal roja.
Pero, para ese partido que iba a llevarse a cabo en la cancha de Wanderers, ubicada en ese momento en Belvedere (donde hoy se encuentra la cancha de Liverpool), los argentinos enviaron una nota, solicitando que Uruguay no utilizara la camiseta albiceleste porque ellos habían adoptado oficialmente esos colores.
Esa tarde Uruguay vistió por primera vez de celeste. La utilización de ese color fue propuesto por el delegado de Wanderers como homenaje a River Plate, institución que unos meses atrás había vencido al poderoso equipo argentino de Alumni. River no pudo utilizar la indumentaria tradicional de roja y blanca por la similitud con la de Alumni y optó por una casaca celeste.
Con ese color por primera vez en el pecho de los futbolistas, los uruguayos vencieron 3 a 1, ganaron la VI Edición de la Copa Lipton y consiguieron su primer triunfo ante los argentinos en su casa.
Así nació la rica historia de la camiseta celeste, cuyo último eslabón tuvo lugar hace unos pocos meses en el Mundial de Sudáfrica.
Justamente, esa actuación en el certamen ecuménico fue debidamente destacada anoche.
Por otra parte, la identificación con el color no fue propiedad absoluta del fútbol. Y los podios continentales y olímpicos supieron tener a diferentes deportistas uniformados de pies a cabeza con el "color de la patria".
Por los días que corren, por cierto, es prácticamente una obligación competir en el exterior con la camiseta color cielo. Y la historia promete continuar.

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